Prime time en Antena 3, la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de SantaMaría se marca una coreografía «funky» con el equipo de El Hormiguero. El baile  ha conseguido no sólo ser «trending topic» sino también quedarse en la retina de muchos espectadores españoles y transmitir una imagen desenfadada, cercana y humana de la mujer más poderosa de nuestro Gobierno.

Foto: Antena3.com

La vicepresidenta se ha «marcado un Iceta», en referencia a los bailes que en la campaña electoral catalana protagonizó el candidato del PSC y que no dudaron en criticar desde las filas del PP. Sin embargo lo de Iceta fue una reacción espontánea de la que su partido sacó alguna rentabilidad política. Lo de Soraya, aunque ya la vimos bailar en la feria de Sevilla,  es ligeramente diferente.

Puede parecer que una entrevista como la que concedió la vicepresidenta a Pablo Motos el pasado martes en El Hormiguero  en la que  se habló poco de política y bastante de asuntos terrenales con baile incluido, no esté totalmente planeada. Sin embargo, nada o casi nada se deja al azar en este tipo de intervenciones aunque la propia Soraya calificase al día siguiente de espontáneo lo que muchos ya definían como estrategia.

Aunque la «política espectáculo» es relativamente nueva en España, cada vez son más los candidatos que se apuntan a esta moda de mostrarse más cercanos, de exhibir su parte de terrenalidad y de proclamar que viven casi como el resto de los mortales. No olvidemos a Pedro Sánchez, candidato apuesto del PSOE que hace unos meses llamaba en directo a Sálvame y que fue especialmente criticado por su intervención en programas de entretenimiento. Son también habituales, sobre todo en  tiempos de campaña electoral como los que vivimos, los nuevos formatos de entrevistas en las que un medio pasa un día con un político, se va de cañas con él o incluso entra en su propia casa.

En otros países como Estados Unidos estas acciones vienen siendo habituales desde hace más tiempo ya que allí se hace política enfocada al marketing y a los medios y no es algo forzado.  Así ya hemos visto al presidente Obama  en 2007 o a su esposa Michelle moviendo el esqueleto en algún «late-night» americano.

Lo que dictamina la efectividad de estas acciones es la naturalidad con la que se ejecuten. Un baile espontáneo como el que se marcó Iceta siempre proyectará una imagen más positiva que la coreografía de Soraya. En su caso, el gesto puedo tomarse como un intento desesperado del PP de hacer creer al electorado que ahora sus líderes bailan, se divierten, son cercanos y no hablan por pantallas de plasma. Es importante saber que la imagen de marca se construye poco a poco y que acciones puntuales en precampaña puede que no cambien demasiado la intención de voto.

Sin embargo, para el votante medio y poco crítico, bailes como el de la vicepresidenta que habitualmente vemos con un semblante duro en el Consejo de Ministros, sí pueden interpretarse como un cambio de rumbo en la imagen del partido aunque las caras sigan siendo las mismas. El PP siempre ha fallado en el acercamiento a la calle, en lo «popular» pese a la paradoja de su nombre. Su estrategia ahora y tal vez la última carta que pueda jugar ante las próximas elecciones generales es suavizar su tono, dulcificar su imagen y hacerse más cercano y real. Tal vez todo esto sea fruto de aquella necesidad de comunicar con más «piel» de la que hablaban en el salón de su caso los líderes del partido a comienzos de este año.