Cuando hablamos de burbuja hablamos  de especulación en un determinado ámbito de mercado. En España comenzamos a tener muy en cuenta este vocablo desde finales de la década de los 90 hasta hace aproximadamente unos 7 años cuando la burbuja del mercado inmobiliario español estalló con devastadoras consecuencias para la economía patria. Por esa misma época el término se extendió a otros sectores y así se empezó a hablar de la burbuja de las “puntocom” con el auge e implantación de internet o de la burbuja de las energías renovables.

Young Steve Jobs (1)

Con la llegada de la crisis el mundo del emprendimiento ha impregnado casi todos los ámbitos de nuestra vida empresarial, política o social. Se han lanzado mensajes de inusitado optimismo que han  provocado que  personas sin las necesarias actitudes y aptitudes para afrontar por sí mismas la creación de una empresa se aventurasen en esta complicada tarea. El bombardeo se ha generalizado tanto que el lema “emprende o muere” es ya un mantra que muchos de los casi 5 millones de desempleados españoles repiten constantemente como tabla salvadora en medio de este océano de incertidumbre laboral. Los emprendedores españoles se han convertido del día a la noche en la gran esperanza blanca, en los grandes héroes.

Es habitual cada día toparse con información abundante acerca de leyes, programas, másters, concursos y hasta espacios o series televisivas diseñados para emprendedores pero, por el contrario, conocemos pocas políticas económicas efectivas para incentivar y mantener las nuevas empresas a flote. Con este análisis de situación cabe preguntarse si existe en España una verdadera burbuja del emprendimiento ¿o sería más conveniente llamarlo boom, moda pasajera o campaña de marketing?.

Siendo rigurosos podemos afirmar que la burbuja del emprendimiento no es tal, simplemente porque no hay especulación, no ha crecido el ritmo de creación de empresas, muchas de ellas mueren por el camino inicial y los precios o valoraciones no se han multiplicado.

Sin embargo, hace una década, el mismo emprendedor que hoy está en boca de todos era un empresario gris vestido de traje y con maletín. Ahora su imagen es fresca, joven, dinámica y capaz de alcanzar cualquier sueño. Estamos pues ante una verdadera campaña de imagen y marketing que con la ayuda de múltiples actores ha conseguido que muchos ciudadanos se decidan a emprender, aunque esto signifique hacerlo sin conocimientos y sin red.

Mark Zuckerberg , Facebook

Esta campaña ha propiciado una tendencia sobre la figura del emprendedor que lo envuelve de “glamour” o lo convierte en  “cool”. Sillicon Valley, Bill Gates,Mark Zuckerberg, Start Ups son conceptos que han contribuido a esta moda que algunos bautizaron como “pornoemprendimiento”. Una visión de éxito fácil y atractivo, muy alejada de la realidad del emprendedor o autónomo, de sus fracasos, de  sus problemas para hacer frente a la excesiva burocracia o a los asfixiantes impuestos.

En el momento actual, hemos llegado a un punto donde la realidad se va imponiendo, donde emprender puede ser una salida laboral respetable al desempleo pero no idealizada, donde el fracaso es algo intrínseco al proceso de emprender y donde la financiación sigue siendo una puerta muchas veces infranqueable. La campaña de imagen o “pseudoburbuja” emprendedora se ha dado de bruces con la realidad y gracias a ello los nuevos emprendedores y los de toda la vida podrán seguir haciendo lo que hasta ahora hicieron siempre : trabajar con perseverancia para crear empleo.

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